Practicar el desapego por lo material puede parecer doloroso

Muchas veces abrimos nuestros armarios y cajones descubriendo un montón de cosas de las que ya casi no nos acordábamos que teníamos, pero que no nos atrevemos a tirar “por si acaso”. Tememos perder lo que tenemos, y aunque sean cosas que ahora no nos hagan falta, no quisiéramos lamentarnos más tarde por habernos desprendido de ello… ¿No sería mejor dar esas cosas a quien ahora sí podría utilizarlas? ¿Vivir sin tantas cosas almacenadas, amontonadas y guardadas?

En algún momento de nuestras vidas, hemos escuchado el famoso “guardar por las dudas”, “ahorrar para los tiempos de las vacas flacas” o “no estrenar ese pijama o camisón por si nos enfermamos”. Todos, sin excepción, hemos sido víctimas del pensamiento futurista negro, y desarrollamos la conciencia del “por si acaso”. Así apilamos ropa ochentera, trajes que no nos entran, zapatos que jamás volveremos a ponernos; maquillajes vencidos, medicinas que han perdido la fecha de caducidad, latas de embutidos que no nos gustan, periódicos con eventos que olvidaremos, recuerdos, cartas de amor, y odio; dibujos de los niños cuando tenían 4 años de edad; pétalos de rosas extraviados en los libros; lapiceras sin tinta; vajilla para una ocasión espacial y un sinfín de cosas acopiadas.

 

Desorden

 

Amontonar, almacenar, atesorar, reservar y ahorrar son todas palabras que se asocian con la misma idea: tener hoy para mañana. Para un mañana que no sabemos si llegará; puede ser el día de la cita con el amor de nuestra vida, o una situación incómoda o dolorosa. Ahora bien, ¿de dónde aprendimos esta urgencia de acaparar? ¿Esta necesidad de atraparlo todo? ¿Es un mero capricho? No, responde a un apego ancestral. No es el placer lo que nos hace acumular; sino el miedo a perder seguridad. Este miedo se manifiesta cada vez que el closet rebasa de cosas innecesarias. Nuestro temor a perder lo que tenemos, lo que nos hace sentir contenidos, seguros, amados, importantes; nos lleva a crear y repetir este hábito.

Lo sobrado, lo recargado, ocupa espacios en nuestro mundo físico y emocional. No queda lugar para el ingreso de situaciones, cosas, experiencias y relaciones nuevas. Esto de andar siempre con el perchero repleto, también desmejora nuestro estado de ánimo; porque siempre estamos agobiados, asfixiados pensando en lo que vendrá. Y cabe aclarar que si el motor es el miedo; los augurios no son prósperos ni positivos.

Hogar y Familia

Aprende a enriquecer la armonía y equilibrio familiar.